domingo, 15 de febrero de 2015

¿Correa VS Redes sociales? ¿Tal vez una lucha por una mejora cultural?


En las últimas semanas Correa dijo basta a mensajes que recibe vía redes sociales, pues no solo recibe insultos, además acusaciones, amenazas, injurias. Es por ello que, se da un nuevo enfrentamiento entre diferentes formas de entender lo que es libertad de expresión.

¿No hay problema si le insultan porque son redes sociales? ¿O por ser un personaje público? No me extrañaría esas ideas, las he escuchado, con decepción, de educadores. Es decir, la idea parece que fuera: estás para servirnos, no nos gusta que ganes mucho y debes soportar que te insultemos. ¡Pongamos esclavos de servidores públicos! No debería sorprendernos que intenten robarnos y jodernos. Recuerdo un reportaje en el cual preguntaban a niños sobre lo que querían ser de adultos y, al preguntarles por qué no decían querer ser políticos, respondían: no quiero que me insulten, la gente los odia a ellos, mis padres dicen que son ladrones, yo no quiero ser político.

Hay que diferenciar insultar, ridiculizar, afirmar, suponer, etc. pues son diferentes y hace que pueda ser penado legalmente. Así como no es lo mismo acusar a determinada persona en un bar entre amigos que hacerlo en medios de comunicación de alcance masivo, en los cuales por muy adulto que seas lo que escuchas y ves influye en tu subconsciente —fácilmente en algunos inconscientes—.

Algo que suelo ver en comunicadores extranjeros es que subestiman a comunicadores, en este caso, de Ecuador, porque su calidad, deja que desear. Jonh Oliver, comediante que comentó sobre este tema —primera vez que sé de su existencia—, hace gracia con que un payaso estuviera en un informe de un presidente, una imagen de Correa con Patch Adams metidos juntos en un calzoncillo enorme, etc., no con acusarle de actos, enmascarados en humor, cosa que sí suelen hacer comunicadores —no solo en Ecuador—; pero, no concuerdo en su forma de pensar de que es normal el que te insulten y, su llamado a insultar a Correa, el cual es un llamado diferente al que realizó Correa, pues pidió defender y contestar a cada mentira, no ha pedido insultar. Creo entiendo lo que intenta decir Correa, pero se debe explicar muy mal o estamos tan mal acostumbrados a que las cosas sean de tal modo que verlas de otra forma suena de locos. Me imagino decir en la época de los gladiadores que no se debería hacer las luchas a muerte; en la época actual es como decirles a los taurinos cosa similar.

Cierto es que muchos de quienes apoyan a Correa caen en las mismas cosas que se pide evitar, como el insulto, amenazas, etc. Además, creo es posible que el mismo Correa cae en violaciones a la ley, como lo de publicar datos de las personas en el Enlace ciudadano. Y es cuando la institucionalidad del país deja notar que falta por desarrollar, salvo el Ministro de Interior que dijo investigar a personas que amenazan a detractores de Correa, pero otro cosa es si realmente se trabaja en ello y actúan de igual forma que con los que insultan a Correa.

Muchas personas oran o reclaman por diferentes cosas diciendo: Dios, ¿por qué permites esto? Y quienes lo permiten son las personas.

Fábula de Félix, la rana voladora

Cómo mejorar el desempeño… o la parábola de Félix, la rana voladora.


Había una vez un hombre llamado José que tenía como mascota una rana llamada Félix. José tenía un pasar modesto pero confortable, sostenido por lo que ganaba como empleado de una importante cadena de supermercados. De todos modos siempre había soñado con ser rico…

¡Félix! Dijo un día, lleno de una repentina inspiración, «vamos a ser ricos. ¡Te voy a enseñar a volar!». Félix, por supuesto, se sintió aterrado por las perspectivas. «¡Yo no puedo volar! Soy una rana, no un canario». José, decepcionado por la respuesta inicial, le dijo: «Esa actitud negativa puede evidenciar cierta resistencia y será un problema. Voy a mandar a capacitarte». Así fue que Félix tomó un curso de tres días donde aprendió técnicas para la resolución de problemas, gestión del tiempo y comunicación efectiva, pero nada, absolutamente nada sobre volar.

El día siguiente a las lecciones, José a duras penas podía controlar su excitación (y Félix a duras penas podía controlar su pánico). José explicó que el edificio en el que vivían tenía 15 pisos. Cada día Félix saltaría desde la ventana, empezando en el primero y llegando eventualmente al último. Así que, después de cada salto, Félix debía: a) analizar cuán bien había volado, b) identificar las técnicas de vuelo más efectivas y c) implementar el proceso mejorado para el próximo vuelo. Llegado el momento de alcanzar el piso más alto, Félix sería seguramente capaz de volar.

Félix imploró por su vida, pero sus pedidos cayeron en saco roto. «Sucede que él no entiende la importancia de esto», pensó José, «es incapaz de tener una visión macro». Con esto en mente, José abrió la ventana y tiró a Félix afuera. La rana aterrizó con un ruido seco.

Al día siguiente, amargado ante su segunda lección de vuelo, Félix pidió nuevamente no ser lanzado por la ventana. José abrió su «Guía para liderar de manera más efectiva» y le mostró a Félix la parte donde explicaba que uno debe esperar siempre resistencia cuando se introducen programas o propuestas innovadoras. Después, tiró a Félix por la ventana. ¡¡Plaf!!

En el tercer día (y en el tercer piso), Félix intentó una estrategia distinta: dilatar. Pidió una postergación del proyecto hasta que la mejora en el clima permita condiciones de vuelo más favorables. Pero José estaba preparado para eso: dibujó una línea de tiempo, marcó los tres hitos y preguntó: «¿No estarás intentado boicotear el plan, no?» Debido a su entrenamiento en gestión del tiempo, Félix comprendió que no saltar hoy solo significaría tener que saltar dos veces mañana. Entonces accedió. Y allá fue, fuera de la ventana.

Todo esto no quiere decir que Félix no intentaba dar lo mejor de sí. En el quinto día, estiró sus patas de manera desesperada en un intento vano de volar. Y en el sexto, se ató un pequeña capa roja alrededor del cuello y trató de pensarse Superman (Visualización Positiva, pensó José). Pero eso no ayudó.

Para el séptimo día, Félix, aceptando su destino, no pidió más piedad. Simplemente miró a José y le dijo: «Tú sabes que me estas matando, ¿no?». José señaló que el desempeño de Félix no había sido para nada ejemplar y que había fallado en cumplir cada uno de los hitos que se habían fijado para él. «Cállate y abre la ventana», dijo Félix, y allí fue, volando, hacia un lugar desconocido… en el cielo.

José estaba terriblemente decepcionado dado que no había logrado cumplir ni siquiera uno de los objetivos de su proyecto: Félix no solo no había logrado volar, ni siquiera pudo mejorar su caída para no parecer una bolsa de cemento a pesar de que su principal consejo había sido «más vale maña que fuerza». Lo único que le quedaba a José era analizar el proceso para determinar dónde se había equivocado. Después de mucho pensar, José sonrió y dijo: «¡La próxima vez conseguiré una rana más inteligente!»


La rana Félix y las expectativas de desempeño

La historia anterior nos sirve a todos para hacernos interesantes preguntas: ¿Tienen una base realista las expectativas sobre el desempeño de las personas? ¿Cuál es el verdadero potencial de desarrollo de cada uno? ¿Los objetivos que fijamos tomaron en cuenta las elecciones personales y comprometieron a los colaboradores en su logro o, nosotros hicimos el plan simplemente para que otro lo cumpla? ¿Estamos capacitando en lo que verdaderamente importa? ¿Estamos interpretando de manera casi automática las conductas como resistencias, cuando nos están indicando otra cosa? En definitiva: ¿Estamos pidiendo a las ranas que vuelen? O mejor aún ¿Es solo responsabilidad de Félix no haber cumplido con las expectativas de José? 

A esta altura del relato, vale la pena una aclaración: si bien muchas veces nos encontramos con personas que no están dispuestas a la mejora y el crecimiento, la mayoría de las veces, el problema está en otro lado: comunicación muy pobre sobre las expectativas del rol, preconceptos y modelos mentales que nos hacen ser escépticos respecto del potencial de los colaboradores, recursos inadecuados (o inexistentes) para alcanzar los resultados esperados, procesos mal diseñados que son un verdadero obstáculo para la mejora, objetivos que, no solo no son desafiantes, sino que muchas veces son imposibles

En época de revisión del desempeño y de fijación de objetivos para el próximo período, los invitamos a pensar y repensar, en conjunto con los involucrados, todo el proceso de evaluación. De esa forma, no habrá situaciones desagradables, metas inalcanzables, prejuicios en juego y finalmente, decepciones generalizadas.

Nota: No recuerdo en dónde encontré el texto.